Mientras la humanidad empezaba a soñar con el fin del tiempo covid, la invasión Rusa a Ucrania pone en nuestros escritorios una frase peligrosa: El mundo nunca será igual
La vocera del presidente argentino, Gabriela Cerruti, con esquema vacunatorio completo publicó un anuncio personal: "Tengo covid, dos días de malestar pero ahora mejor”. Su cuenta instagram @gabicerru fue el decálogo de la Montaña Rusa del tiempo veloz: había anunciado, en el inicio de los síntomas, la escueta la posición de Argentina ante la invasión rusa a Ucrania, días antes las atenciones en Corrientes por el incendio foresta. y antes una polémica de declaraciones con Macri por el acuerdo con el FMI.
Un pequeño reflejo de la velocidad de los acontecimientos que en tiempos cibernéticos se nos presentan. De palo a palo. El lunes pasado con el peor incendio forestal de la historia argentina, quince veces mayor al anterior, y la colecta de Maratea y hoy conmovidos por la huida de una población atacada por la demente guerra empujada por el desquicio Putin. Días antes el acuerdo con Fondo, la guerra narco con muertos intoxicados en Baires, la creciente inflación, la estrepitosa pobreza.
O los muertos diarios por el narcodelito o el covid. La agenda fría de informativos acostumbrados a pintar esta aldea rota.
En el weekend Radiópolis del sábado el compañero y amigo German de los Santos, habitual narrador de nuestra más temida narcoguerra, contó sus inexpertas andanzas en el 2001 cuando con 25 años fue a cubrir la guerra en Afganistan. “En una guerra se viven experiencias que marcan eso que dice que nunca nada será igual”, afirmó conmovido por los recuerdos.
Ayer en el New York Times el periodista Tomas Fridman usó las que considera las “cinco palabras más peligrosas del periodismo”: El mundo nunca será igual. “En más de cuatro décadas de periodismo, rara vez me he atrevido a utilizar esa frase. Pero ahora voy a hacerlo a raíz de la invasión de Ucrania por parte de Vladimir Putin”, escribió Fridman.
Argentina es un país amigo de Rusia. Así lo planteó el presidente agradeciendo el socorro por la “venta de vacunas Sputnik” y esperando las inversiones prometidas en los primeros días de este mes. El 3 de febrero Alberto Fernández le dijo a Vladimir Putin que deseaba que Argentina (con su alta dependencia al mundo político-económico norteamericano) sea la puerta de ingreso para América Latina para que Rusia “ingrese de un modo más decidido”.
En nuestro país post acuerdos sanitarios por la vacuna Sputnik V, hasta inversiones petroleras en Vaca Muerta, la venta de granos, el suministro de trenes, importación de gas, proyectos de energía nuclear y compra de industria metalúrgica pesada, forma parte del combo que Eduardo Zuian, embajador argentino en Moscú, debe mantener vivo con la dirigencia comprometida Rusa.
Como le sucederá a otros países que negociaban con Rusia, Argentina verá caer o demorar estos acuerdos (casi todas las naciones europeas tienen vínculos económicos fuertes con Fondos Rusos, Inglaterra seria uno de los más afectados).
La jerarquía de la tragedia. La guerra siempre irá al frente del dolor más grande. En nuestras calles; la pobreza, el desempleo, la instalación del modelo narcodelictual con la complicidad policial política para los horrendos crímenes cotidianos, la distribución de rentabilidades sucias a bolsillos con perfumes de free shop, la inequidad con los fastuosos salarios del Poder (CFK cobra dos jubilaciones sumando casi 4 millones mensuales, en un país donde el 70% de los jubilados no alcanza el 1% de ese monto). La inexistente ejemplaridad dirigencial, el desafío obsceno de las pulseadas por quedarse con la manija y sus cajas.
Mientras la humanidad empezaba a soñar con el fin del tiempo covid, la violencia con su secuela de sangre y asfixia sobrevuela vampíricamente el planeta. Aquí, con lo nuestro a cuesta, seremos soldados batallando en trincheras que nunca elegimos tener pero que no sabemos cómo salir. O como describe el método covax con el covid aplicado en la locura cotidiana: cuando una pandemia (o guerra o desesperanza, etc) avanza rápidamente, nadie estará salvo a menos que todo el mundo lo esté.
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