Por
Ramanan Laxminarayan
Familiares que usan equipo de protección personal lloran a un hombre, que murió por coronavirus en un crematorio en Nueva Delhi, India. REUTERS/Adnan Abidi
Una segunda ola letal y veloz de la pandemia de coronavirus ha llevado a los sistemas sanitarios de la India al borde del colapso y está poniendo en peligro millones de vidas y medios de subsistencia.
El domingo y el lunes, el país registró más de 270.000 y 259.000 casos, respectivamente, de COVID-19, un aumento asombroso respecto a los 11.000 casos diarios de la segunda semana de febrero. Las infecciones por coronavirus reportadas se dispararon de casi 20.000 al día a mediados de marzo a más de 200.000 a mediados de abril.
Los periódicos y las redes sociales son registros del horror y el fracaso del sistema sanitario. Hay noticias de filas de ambulancias con pacientesque esperaban entrar al centro de COVID más grande de Ahmedabad, en el estado occidental de Gujarat, porque se habían agotado las camas con respiradores y el oxígeno.
El viernes, en la ciudad norteña de Lucknow, Vinay Srivastava, un periodista de 65 años, compartió en Twitter la caída de sus nivel de oxigenación y etiquetó a las autoridades gubernamentales para que lo ayudaran. Los hospitales y laboratorios, sobrecargados de trabajo, no aceptaron las llamadas de su familia. El último tuit de Srivastava describía su nivel de saturación de oxígeno en el 52 por ciento, muy por debajo del 95 por ciento que se considera normal. Nadie lo ayudó. Murió el sábado.
En un crematorio de la ciudad central de Bhopal, los residentes informaron que no habían visto tantas cremaciones desde 1984, cuando una fuga de gas de una planta de pesticidas de Union Carbide en la ciudad mató a casi 5000 personas. El martes, hacia las 11 de la mañana, en Delhi, la capital del país, con más de dieciocho millones de habitantes, solo 40 camas de la unidad de terapia intensiva estaban disponibles para los pacientes de COVID-19.
En India se ha registrado un total de 15,3 millones de casos de coronavirus hasta la fecha, con 180.000 muertes. Una encuesta financiada por el principal organismo gubernamental de investigación médica, indicaba que había aproximadamente 30 infecciones correspondientes a cada caso notificado.
La mayoría de los informes sobre el colapso del sistema sanitario proceden de las principales ciudades indias. Sabemos poco sobre la devastación en la zona rural de India, donde vive alrededor del 70 por ciento de los 1300 millones de habitantes de India y donde hay muchas menos camas de hospital y personal médico. Los funcionarios federales han reconocido que la pandemia se está desplazando hacia ciudades más pequeñas y zonas rurales.
Un paciente de coronavirus en Ahmedabad, India. REUTERS/Amit Dave
¿Cómo han cambiado las cosas de forma tan dramática entre marzo y abril?
La rápida caída de India en esta crisis sin precedentes es el resultado directo de la complacencia y la falta de preparación del gobierno. Cuando el número de casos descendió significativamente a mediados de febrero, el gobierno indio y varios responsables políticos, animados por los medios de comunicación dóciles y triunfalistas, declararon prematuramente la victoria contra la pandemia. A principios de marzo, los altos ministros del gobierno hablaban del final de la pandemia en India.
Se permitieron los partidos de críquet en los que decenas de miles de espectadores llenaban los estadios y se abrieron las salas de cine. El gobierno no hizo nada para impedir enormes concentraciones religiosas como el Kumbh Mela, festival que se celebra en Haridwar, en el estado norteño de Uttarakhand, donde millones de hindúes se reúnen para darse un baño en el río Ganges. Como es lógico, los casos de COVID-19 en Haridwar se han disparado.
En India se celebraron elecciones en cinco estados en varias fases durante un mes. Y una de las contiendas políticas más intensas se desarrolló en Bengala Occidental, donde los comicios se celebran en ocho fases entre finales de marzo y finales de abril. A pesar del aumento de los casos, se celebraron numerosos mítines públicos, con decenas de miles de personas aglomeradas sin cubrebocas. Aunque no se dispone de datos precisos sobre la correlación entre la campaña política y el pico de COVID-19, el número de casos en Bengala Occidental se multiplicó por diez desde principios hasta mediados de abril, lo que supone el equivalente a varias veces las tasas de infección de las ciudades atestadas de Bombay y Nueva Delhi.
Los eventos políticos, religiosos y deportivos masivos, a los que se dio una cobertura amplia por parte de los medios de comunicación indios, enviaron mensajes contradictorios sobre la gravedad de la pandemia. La impaciencia popular por volver a la vida anterior empeoró las cosas. Los indios empezaron a mezclarse ampliamente y a restar importancia a la amenaza, también porque existe una sensación infundada entre un gran número de indios de que la exposición a la contaminación y a los microbios los había dotado de una inmunidad superior.
Era inevitable que el virus volviera a causar estragos. Los indios resultaron ser tan susceptibles a la COVID-19 como todos los demás. Fui uno de los investigadores del mayor estudio mundial de rastreo de contactos de COVID-19 el año pasado, que abarcó a más de 660.000 personas en dos estados del sur de India. Descubrimos que un confinamiento temprano —comenzó cuando había menos de mil casos registrados— había mantenido al virus bajo control.
Crematorio en Nueva Delhi. REUTERS/Adnan Abidi
El riesgo de infectarse a través de la exposición a personas enfermas con el coronavirus no es diferente en India. La proporción de personas que murieron tras un diagnóstico de COVID-19 es menor en India en comparación con muchos otros países. Sin embargo, eso se debe simplemente a que el 65 por ciento de los indios son menores de 35 años.
Los indios que tienen COVID-19 cuyas edades oscilan entre los 40 y los 70 años tenían más probabilidades de morir en India debido a la alta prevalencia de comorbilidades como la hipertensión, la diabetes y los trastornos respiratorios. Los pacientes con COVID-19 de nuestro estudio de 40 años en India tenían el doble de probabilidades de morir que los pacientes con COVID-19 del grupo etario correspondiente en Estados Unidos. La tasa era un 75 por ciento más alta en India que en Estados Unidos cuando comparamos a los pacientes de 50 años.
La primera ola de Covid se concentró en las zonas urbanas pobres, desde donde se dispersó a los núcleos de población rurales. Aunque no disponemos de datos concretos sobre la situación socioeconómica de los infectados durante la segunda ola, los casos parecen haber llegado ahora a la clase media y rural de India.
Muchos estados indios, como Delhi y Maharashtra, han puesto en marcha distintos niveles de confinamientos y toques de queda. La campaña de vacunación en India se ve amenazada por la escasez de suministros. Hasta el martes, a pesar de haber ampliado la posibilidad de vacunarse a los mayores de 45 años, solo el 1,3% de la población india se había vacunado completamente contra la COVID-19.
La tasa de vacunación se redujo en la última semana e incluso se interrumpió en algunos estados debido a la falta de suministros. Al ritmo actual de vacunación, se necesitará hasta finales de 2022 para vacunar completamente al 70 por ciento de la población india, el nivel aproximado necesario para lograr la inmunidad comunitaria. India necesita urgentemente inversiones para aumentar su capacidad de producción de vacunas a más de doce millones de dosis diarias. Si el país logra eso, podrá vacunar al 70 por ciento de su población en seis meses.
Un trabajador de la salud transporta a los pacientes para trasladarlos de un hospital dedicado al COVID-19 a otro hospital para desocupar la cama para nuevos pacientes, en el hospital Civil de Ahmedabad, India, el martes 13 de abril de 2021 (AP Photo / Ajit Solanki).
Por último, está la incertidumbre que introducen las nuevas variantes y, con ellas, el riesgo de volver a infectarse, el cual podría no ser detenido por las vacunas. Existen pruebas anecdóticas de que la nueva ola de casos de COVID-19 en India está atacando a una población más joven, incluidos los niños, y dando lugar a una progresión de la enfermedad más rápida que la observada anteriormente.
Se necesitan pruebas sistemáticas para relacionar el aumento de casos y la mayor transmisibilidad y letalidad de las nuevas variantes. Una variante, la B. 1.617, que pudo haberse originado en India se está extendiendo ampliamente y se ha encontrado en otros países.
¿Puede India salir de la situación actual?
India ya no tiene la opción de otro confinamiento nacional debido al efecto aplastante sobre la economía, pero es probable que se produzcan más confinamientos locales y estatales. Los indios tendrán que autoprotegerse y el gobierno indio tiene que enviar urgentemente mensajes coherentes sobre lo grave de la enfermedad.
El gobierno indio tiene que hacer hincapié en el uso obligatorio de cubrebocas y pasar rápidamente a prohibir todas las reuniones masivas. Sin un mensaje coherente y un enfoque científico por parte del gobierno, India corre el riesgo de perder los logros alcanzados con tanto esfuerzo gracias al confinamiento nacional de hace un año.
Hay que negar al implacable virus la oportunidad de transmitirse.
c.2021 The New York Times Company
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