Milei tuvo una estrategia conservadora, bilardista. Massa se fue preparado para atajar penales, pero no se los patearon. Bullrich tuvo buenas y no tanto; dejó la sensación de que desaprovechó alguna chance. Schiaretti jugó su juego, siempre con acento cordobés. Miriam Bregman fue la que mejor manejó la herramienta
Santiago del Estero (enviado especial).- Sergio Massa se fue aliviado. Javier Milei conforme. Myriam Bregman contenta. Patricia Bullrich también se mostraba feliz, pero su sonrisa parecía algo forzada. Juan Schiaretti volvió a Córdoba y está bien, porque solo buscó sostener la fuerza en su terruño. Los candidatos pasaron el examen del primer debate presidencial este domingo en el centro de convenciones Fórum, de Santiago del Estero. Ninguno salió peor de lo que llegó.
Para Javier Milei es un buen resultado, porque sigue arriba. No metió ningún gol. Pero ya los había metido antes, cuando encontró en la palabra casta la llave discursiva para iniciar un impresionante proceso de acumulación en tiempo récord.
En algún momento su arco padeció. Pero nunca perdió la calma y su tribuna seguro disfrutó con el show de caras que les regaló, a las cámaras y a la hinchada. Cumplió con su público, que le gusta que descalifique al resto. Pero lo hizo con gestos más que con palabras. Así, también se ciñó a ciertas reglas de urbanidad como no gritar, que es lo que le piden esos que le dieron trabajo y pantalla pero ahora temen a su inestabilidad emocional. Se fue sin abollones importantes pese a los piedrazos. No es poco.
Sergio Massa también salió bastante indemne. Y en su equipo celebraron porque llegó en posición muy desfavorable: variables económicas desbocadas, pobreza abismal y, el peso que le faltaba en la mochila, el escándalo por las vacaciones de Martín Insaurralde y la modelo Sofía Clerici en un yate de lujo en Europa.
En modo profesional de la política, volvió a dar en el discurso una sensación de solidez que no tiene la economía que debería gobernar. En parte, también fue por demérito ajeno.
Massa, que al fútbol siempre jugó de arquero, esperaba que le patearan varios penales. Pero no. El tema Insaurralde apenas fue mencionado al pasar en un par de chicanas de la candidata de la izquierda. En cambio hizo buenas jugadas de ataque: una de ellas cuando recordó que al actual gurú económico de la candidata de Juntos por el Cambio, Carlos Melconian, al que ella se ata como tabla de salvación, fue echado durante “el gobierno de Patricia Bullrich y Mauricio Macri".
¿Cómo nadie le preguntó a Massa sobre la travesía romántica del ex jefe de Gabinete bonaerense e intendente de Lomas de Zamora? Dos dirigentes cercanísimos al postulante de Unión por la Patria coincidieron luego del debate, mientras esperaban ser entrevistados en los sets de Canal 7 y C5N: “Nos salió baratísimo”. Ellos mismos tuvieron que responder sobre el tema a la prensa sobre el tema al llegar al centro de convenciones y el propio Massa lo hizo al retirarse. Pero no en el debate, cuando los ojos de millones de personas lo enfocaban a él.
Esa bala era para que la usara Bullrich, que, embarcada como está en el discurso de que ella es la liquidadora del kirchnerismo, tenía a mano un golpe fácil.
La postulante de Juntos por el Cambio debió remar contra otra dificultad: la necesidad de romper la polarización que por momentos, sobre todo en el bloque de Economía, impusieron Massa y Milei, con las réplicas, las contrarréplicas, y las réplicas de las contrarréplicas.
El peronista y el libertario agotaron las cinco posibilidades de usar el recurso en ese primer bloque. Algunos creyeron que porque no entendieron el reglamento, por cierto bastante confuso. Pero la estrategia de ambos era poner toda la intensidad en el comienzo, por el peso del tema y también porque suponían que la atención de los televidentes, que suele ser volátil, podía aflojar luego de esa parte inicial. Ey, acá estoy yo, pareció querer gritar en algún momento de esa discusión Bullrich.
El desempeño de la postulante macrista tuvo altibajos. En el momento de formular la propuesta económica volvió a enredarse: no quedó claro que otra cosa impulsa además de “solidez fiscal”.
En algunos momentos estuvo certera al impugnar a sus adversarios. Por ejemplo cuando le dijo a Massa: “Explicale a los argentinos cómo siendo el peor ministro de Economía podés ser un buen presidente”. O a Milei, otro que fue arquero, que la tuvo que buscar adentro cuando Bullrich lo desafió: "Andá con los vouchers a la Puna, donde hay una sola escuela. No conocés la Argentina".
Pero en otros pateó contra su propio arco, por ejemplo cuando ya en el final del debate le dio a pie a Massa para que pusiera el moño con una máxima del general Perón: “Mejor que decir es hacer, mejor que prometer es realizar”.
Bullrich apostó a mostrarse firme. Tanto que cada vez que se dirigía a los dos hombres que les toca enfrentar lo hacía de una manera hosca, bélica, con la voz más grave que de costumbre. “Massa”, empezaba la frase. “Milei”. Así, por el apellido. A la tercera vez que lo hizo comenzó a generar risas generalizadas en la zona de prensa.
También Schiaretti generó algunas risas. “Más que un candidato a presidente, parece el secretario de Turismo de Córdoba”, bromeó un periodista. Es que cada intervención incluyó, sí o sí, el ejemplo cordobés del asunto.
¿Achicar el gasto político? Córdoba tiene la Legislatura más barata del país. ¿Déficit fiscal? En Córdoba no hay. ¿Modelo educativo? El de la provincia que gobierna, a la que vendió como paraíso.
Pero aunque a algunos puede haberle sonado poco, lo cierto es que Schiaretti sabía lo que hacía y cumplió su objetivo con tranquilidad y aplomo acordes a su experiencia. El mandatario mediterráneo, que se revindicó como el único candidato "federal", le habló al electorado de su provincia porque aspira a no perderlo, no más que eso. Que en nombre del voto útil no se le escape una parte a otros postulantes. Si cumple su plan, conservará su posición de líder del cordobesismo y mantendrá su representación parlamentaria nacional, que en un escenario legislativo fragmentado es influencia.
Cuando Schiaretti se fue del centro de Convenciones Fórum se manifestó tranquilo y satisfecho. Así se lo veía.
Miriam Bregman, en cambio, estaba exultante. Tenía una sonrisa de oreja a oreja, lo mismo que su compañero de fórmula Nicolás del Caño. La candidata de la izquierda tuvo un discurso sólido, claro y a la vez pícaro. Se la vio suelta, la más suelta de todos. Interpeló a sus cuatro adversarios. Y pronunció la frase más viralizable del debate: “Milei no es un león, es un gatito mimoso del poder económico”.
Pero además, según ella misma resaltó antes de pasar por los sets televisivos para las entrevistas posdebate, incluyó en sus participaciones temas fundamentales de la agenda progresista que ningún otro candidato tocó y que un triunfo de Milei pondría en riesgo. Reclamó la educación sexual integral (ESI) obligatoria, habló de la brecha salarial entre hombres y mujeres, defendió a la docencia como sostén fundamental de la educación.
También le marcó límites al libertario, que provocó con un “no son 30 mil” sobre los desaparecidos. "No voy a naturalizar que vuelvan las ideas negacionistas y mucho menos que hablen de libertad aquellas personas que justifican secuestros y campos de concentración de la dictadura”, sostuvo Bregman.
Es de madrugada ya en Santiago del Estero. La ciudad no alteró su ritmo por el debate presidencial, casi que lo vivió con indiferencia. Pero, sumados todos los canales de aire y de cable que lo transmitieron, la transmisión hizo 47 puntos de rating. Además, decenas de miles más lo vieron a través de los streamings.
La sensación es que el debate no tuvo nada que lleve a pensar que, por sí mismo, cambiará el orden de las cosas. Pero en un escenario de tercios, con lo ajustada que fue la diferencia en las Paso (menos de 3 puntos entre el primero y el tercero) un pequeño movimiento puede ser determinante. Además, el domingo hay otro debate y después quedarán dos semanas más para las elecciones. En la Argentina es una eternidad.
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