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China otorgó préstamos por miles de millones de dólares a países pobres que ya no pueden pagar: qué pasará con esas deudas y garantías

Ahora que se tambalea la economía mundial, cada vez más países le informan a Beijing que no pueden efectuar los pagos de su deuda.

Cuando el coronavirus comenzó a propagarse el mes pasado por todo el planeta, el ministro de Relaciones Exteriores de Pakistán llamó a su homólogo en Bejing para hacerle una petición urgente: la economía del país iba en picada, por lo que el gobierno necesitaba reestructurar miles de millones de dólares en préstamos otorgados por China.

Beijing ha recibido solicitudes similares de Kirguistán, Sri Lanka y varias naciones africanas que desean reestructurar su deuda, prorrogar pagos o lograr la condonación de decenas de miles de millones de dólares en préstamos que vencen este año.

Cada una de estas solicitudes vuelve más contraproducente el deseo de China de convertirse en el mayor proveedor de servicios bancarios del mundo en desarrollo. Desde hace veinte años, China comenzó a otorgar préstamos globales a diestra y siniestra, canalizando cientos de miles de millones de dólares a distintos países con la intención de ampliar su esfera de influencia y convertirse en una superpotencia política y económica. Los acreditados entregaron en garantía puertos, minas y otras joyas de la corona.

Ahora que se tambalea la economía mundial, cada vez más países le informan a Beijing que no pueden efectuar los pagos de su deuda.

China tendrá que tomar decisiones difíciles. Si reestructura los préstamos o condona las deudas, podría causar una gran tensión en su sistema financiero y enfurecer al pueblo chino, que ya sufre debido a su propia ralentización. Por otra parte, si China exige los pagos ahora que los países ya están enfadados con Beijing por su manera de manejar la pandemia, podría poner en riesgo su misión de convertirse en una nación con influencia global.

Proyectos de construcción de compañías chinas se encuentran en el horizonte cambiante de Colombo, Sri Lanka (Adam Dean / The New York Times)

Proyectos de construcción de compañías chinas se encuentran en el horizonte cambiante de Colombo, Sri Lanka (Adam Dean / The New York Times)

En el ámbito político, China ya está a la defensiva”, comentó Andrew Small, investigador del fondo estadounidense German Marshall Fund. Añadió que si China ejercitara el derecho a tomar posesión de los bienes por incumplimiento de pago, “tendría en su poder activos estratégicos en países que ahora ni siquiera pueden darle de comer a su gente”.

La reputación global de China está en juego. Varios países han cuestionado abiertamente su papel en el brote del coronavirus, pues en un primer momento en enero los funcionarios chinos le restaron importancia a la gravedad y facilidad de contagio de la enfermedad. Beijing ahora vende y dona cubrebocas y otros equipos para ayudar a mejorar su imagen dañada. Una decisión equivocada podría causar un revés significativo en sus ambiciones globales.

Por otra parte, también los riesgos financieros son enormes. El Instituto Kiel, un grupo de investigación alemán, calcula que China otorgó préstamos al mundo en desarrollo por al menos 520.000 millones de dólares, la amplia mayoría en los últimos años. En tal caso, Beijing ha prestado más dinero que el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

El principal motivo de estos préstamos es la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, el programa de un billón de dólares del presidente Xi Jinping cuyo objetivo es financiar proyectos de infraestructura en todo el mundo y ganarse algunos aliados en el proceso. Desde que arrancó el programa en 2013, China ha otorgado unos 350.000 millones de dólares a distintos países, la mitad de los cuales se consideran deudores de alto riesgo.

China ya descartó la idea de una condonación masiva de deuda, pero dio a entender que está dispuesta a negociar. En algunos casos, ya se han concretado acuerdos: el gobierno de Kirguistán anunció en abril que China convino en reprogramar el pago de 1700 millones de dólares de deuda, sin dar mayores detalles.

Un sitio ahora abandonado donde la China Communications Construction Company, propiedad de Beijing, estaba ejecutando la construcción del East Coast Rail Link, en Bentong, Malasia (Lauren DeCicca / The New York Times)

Un sitio ahora abandonado donde la China Communications Construction Company, propiedad de Beijing, estaba ejecutando la construcción del East Coast Rail Link, en Bentong, Malasia (Lauren DeCicca / The New York Times)

Otros también esperan algún tipo de ayuda. “No solo le hemos pedido ayuda a China”, explicó en una entrevista S.R. Attygalle, el secretario del Tesoro de Sri Lanka, y habló de solicitudes hechas a Japón y al Banco de Exportaciones e Importaciones de China. Por lo pronto, dijo, el Banco de Desarrollo de China amplió 700 millones de dólares una línea de crédito para ayudar a Sri Lanka a resistir, redujo la tasa de interés y retrasó el programa de pagos dos años.

Fuera de estas medidas, los funcionarios chinos todavía no han decidido cómo enfrentar el problema, según algunas personas enteradas de parte de las deliberaciones.

Reducir la deuda “no es fácil ni efectivo”, escribió Song Wei, funcionario de la división de investigación en el Ministerio de Comercio de China, en el Global Times, periódico controlado por el Partido Comunista. “Lo que podría hacer China para ayudar es revivir proyectos financiados con préstamos y concretar ganancias sostenibles, en vez de medidas sencillas como ofrecer cancelaciones de deuda”.

Los préstamos de China difieren de casi todos los demás préstamos otorgados a los países en desarrollo, ya sea por naciones ricas o por instituciones como el Banco Mundial. Por lo regular, aplican tasas de interés más elevadas y plazos de vencimiento más cortos, por lo que deben refinanciarse cada dos años. Muchas veces se utilizan activos nacionales como garantía o colateral. Debido a estas características, los bancos controlados por el gobierno de China tienen suficiente confianza para prestarles dinero a los países pobres.

En algunos lugares, los préstamos se han disparado. Las deudas de Yibuti con China saltaron a más del 80 por ciento de su producción económica anual. La deuda de Etiopía con China equivale al 20 por ciento de su producción anual, mientras que la de Kirguistán es de alrededor del 40 por ciento.

Todo parece indicar que Beijing le restó importancia al riesgo de que todos los países en desarrollo pudieran llegar a experimentar problemas graves de crédito al mismo tiempo. China aún insiste en tratar caso por caso las deudas que tienen los distintos países. Sin embargo, los líderes de esas naciones hacen cada vez más llamados a que se pongan en marcha amplias medidas globales para ayudarles a resolver sus problemas.

China quiere mantener divididos a los países del Cinturón y la Ruta de la Seda, pues juntos son más fuertes que por separado”, afirmó Benn Steil, director de Economía Internacional en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR, por su sigla en inglés).

El puerto de Hambantota, que el gobierno de Sri Lanka entregó a China cuando no pudo pagar su deuda, en Hambantota (Adam Dean / The New York Times)

El puerto de Hambantota, que el gobierno de Sri Lanka entregó a China cuando no pudo pagar su deuda, en Hambantota (Adam Dean / The New York Times)

En abril, el primer ministro de Pakistán pidió a las instituciones y los países ricos una reducción a la deuda de las naciones en desarrollo. Dos semanas después, el Grupo de los 20, al que pertenece China, anunció que congelarían los pagos de deuda de los países más pobres del mundo hasta fin de año.

No obstante, Song, el funcionario del Ministerio de Comercio, escribió en el Global Times que a los préstamos preferenciales del Banco de Exportaciones e Importaciones de China “no se les aplica ninguna reducción de deuda”. El Banco de Exportaciones e Importaciones de China es la alcancía del programa del Cinturón y la Ruta de la Seda, que ha dado financiamiento a más de 1800 proyectos con un valor de más de 149.000 millones de dólares, reveló el acreditante el año pasado.

Los funcionarios chinos insisten en que seguirán realizando proyectos en el mundo en desarrollo. Pakistán autorizó la semana pasada un contrato de 5800 millones de dólares para la construcción de una presa a una alianza entre una empresa propiedad del gobierno chino y la unidad comercial del Ejército pakistaní. No se divulgo información detallada sobre el financiamiento.

El problema es que, si China adopta una postura intransigente, las naciones deudoras podrían ponerse de acuerdo para intentar formar un frente unido. Podrían divulgar los montos de sus préstamos de China, así como las disposiciones aplicables, lo que generaría todavía más atención en el problema. Otros países podrían cambiar la forma en que otorgan préstamos, y así forzar a China a cambiar sus métodos o relajar sus reglas.

Es un momento clave para China”, señaló Scott Morris, investigador del grupo de expertos Center for Global Development. “Debido a la variedad de países que podrían incurrir en incumplimiento, podría haber un gran riesgo para China. ¿Aceptarán una reducción inevitable en parte de estas deudas? ¿O estarán dispuestos a incautar los activos de esos países durante una época tan difícil?”.

Internacionales | 11/11/20

 
 

Uno de los máximos expertos sobre China advierte: “El coronavirus le dio la oportunidad de acelerar sus planes en América Latina”

Evan Ellis señaló que los planes de Beijing en la región no cambiaron pese a la pandemia de COVID-19 y que, por el contrario, ahora se incrementarán.

China acelera sus planes de conquista sobre América Latina. El régimen tiene en claro que este puede ser el momento propicio para encarar una de las fases más importantes de su estrategia global de “neocolonización. La debilidad institucional, las raquíticas economías y la ausencia de políticas de largo plazo regionales son elementos ideales para que Beijing siembre su plan. La riquísima tierra y los innumerables recursos constituyen una tentación aún mayor en la era del coronavirus.

Así lo plantea uno de los mayores expertos en la relación de China con los Gobiernos del subcontinente. Evan Ellis es un investigador de Estudios Latinoamericanos del Colegio de Guerra del Ejército de los Estados Unidos. Desde hace casi dos décadas dedica sus estudios a indagar sobre los vínculos tejidos entre ambas esferas y cómo lentamente el Partido Comunista Chino (PCC) fue internándose. Y hasta hace semanas, era uno de los principales asesores del tema del Departamento de Estado norteamericano.

—¿Considera que China tiene un plan diferente en América Latina como consecuencia de la pandemia de COVID-19? ¿O cree que Beijing mantiene sus mismos planes expansionistas?

—En los 16 años que he seguido la evolución de las actividades de China en América Latina y el Caribe, he encontrado que sus objetivos generales son relativamente constantes, consistentes con los objetivos que los Gobiernos chinos anteriores han perseguido históricamente y consistentes con sus esfuerzos en otras partes del mundo, aunque adaptado a las exigencias de cada país en el que opera. China continúa utilizando el atractivo de sus mercados, sus recursos y la coordinación del estado para reordenar al mundo de modo que sea el principal beneficiario de los flujos globales de riqueza. Esto implica que sus compañías e instituciones financieras -más que las de Occidente- se beneficien de los retornos de capital, adquieran productos primarios y alimentos del resto del mundo, obtengan la mayor parte del valor agregado dentro de China o por parte de los chinos, vendiendo al mundo su productos con valor agregado y control de los mercados, puertos e infraestructura de transporte asociados con esa transferencia de riqueza, a través de la red global que ahora está construyendo en sus términos, la iniciativa Belt and Road (Nueva Ruta de la Seda).

COVID-19 no ha cambiado esos planes, pero le da a Beijing una oportunidad sin precedentes para acelerarlos. Con la ayuda de sus controles autoritarios en la gestión del virus, sus enormes reservas financieras y el control del Gobierno sobre las palancas de su economía, Beijing es el primer estado importante en salir -aunque ciertamente debilitado- de la crisis. Es probable que la pandemia y sus efectos sobre la salud y la economía persistan y continúen debilitando a Occidente por algún tiempo, debido a la interacción entre la reapertura económica parcial, los testeos incompletas y la capacidad de rastreo de contactos de los contagiados, y el tiempo requerido para desarrollar, probar y producir en masa una vacuna. En América Latina, es probable que la situación sea mucho peor, con vulnerabilidades en los sistemas de salud pública, grandes sectores informales, pequeñas y medianas empresas debilitadas y límites a la capacidad de los Gobiernos de obtener préstamos para proteger a las poblaciones indefensas y los sectores económicos con el riesgo de que el contagio se extienda hasta 2021. En este contexto -mucho más que durante la crisis económica de 2008- las compañías chinas estarán en condiciones de expandir sus posiciones en las cadenas de suministro mundiales a medida que los competidores se cierren o quiebren, para comprar activos en sectores estratégicos. El ejemplo más cercano, por supuesto, es la posición en la que se quedará el gobierno de (Alberto) Fernández en Argentina, si vuelve a entrar en default el 22 de mayo, y queda excluido de los mercados financieros internacionales en un momento en que necesita desesperadamente déficit de financiamiento para luchar contra el COVID-19 y proteger a las personas vulnerables y los sectores económicos. China ya está profundamente arraigada en la economía argentina, desde los miles de millones de dólares en acuerdos de intercambio de divisas negociados bajo el gobierno anterior de Cristina Fernández de Kirchner, enormes exportaciones de soja, aceite de soja y otros proyectos agrícolas, una amplia gama de proyectos de infraestructura financiados y trabajados por China a partir de la revitalización y extensión de la red ferroviaria de Belgrano Cargas, sistemas de metro en Buenos Aires y Córdoba, dos proyectos hidroeléctricos en el Río Santa Cruz, expansión del complejo nuclear Atucha III, un papel importante en el desarrollo de litio argentino en el norte, un papel importante de Huawei en la infraestructura y equipos de telecomunicaciones en el país, el radar del espacio en Bajada del Agrio y la presencia en al menos dos observatorios espaciales en el país, solo por nombrar algunos. Si China aprovecha la crisis de COVID-19 en el momento de desesperación de Argentina, dada la amplia presencia y las relaciones comerciales establecidas durante el gobierno anterior del vicepresidente Fernández de Kirchner, será tentador para el gobierno actual aceptar la oferta, y tal vez sea difícil decir stop si las condiciones no transparentes de China comprometen demasiado la soberanía de Argentina. Y Argentina es solo uno de los muchos países que se enfrentarán a decisiones tan difíciles.

—¿Cuáles son las actuales estrategias que China utiliza geopolíticamente para avanzar en sus planes de influencia en todo el mundo?

—En general, China utiliza el atractivo del acceso a su mercado masivo así como préstamos e inversiones, para tentar a los líderes empresariales y políticos a explorar acuerdos que de otro modo no considerarían. Aprovecha la capacidad de su gobierno para coordinar las actividades de sus Empresas de Propiedad Estatal (SOE, por sus siglas en inglés), instituciones financieras y otros bancos para ofrecer paquetes no transparentes, lo que hace que otros gobiernos y empresas occidentales tengan dificultades para competir. Generalmente implican un financiamiento y una ejecución rápida, siempre que los Gobiernos locales acuerden relajar ciertos procedimientos para la licitación pública competitiva, el uso de subcontratistas y mano de obra china.

La influencia de China se puede entender en términos de su explotación deliberada del ‘poder blando’. Sin embargo, difiere mucho del ‘poder blando’ de los Estados Unidos que se basa más en la alineación de valores -en la que muchos en la región creen- los conceptos de democracia, derechos humanos, mercados libres, propugnados por Washington. Principios importantes para los propios países, incluso si no les importa cierta retórica o acciones del Gobierno norteamericano. Por el contrario, el “poder blando” chino a menudo coexiste con una profunda desconfianza hacia el Gobierno chino y sus empresarios; implica la creencia o la esperanza de los políticos y empresarios locales de que pueden ‘gestionar los riesgos’ y beneficiarse personalmente, ya sea una empresa o Gobierno, al tratar con los chinos. De esta manera, los chinos no 'se lanzan en paracaídas’ en un país, sino que a menudo entran en forma de una guerra civil: una parte de los empresarios establecidos temen que los enormes recursos de los chinos demuelen su acogedor y cerrado mundo de los negocios y utilice todas las palancas disponibles para mantener a los chinos fuera... mientras que otros empresarios sueñan con hacerse ricos, si solo pueden aprovechar sus conexiones para ser los representantes locales de los chinos, conectándose al acceso de la compañía china a la financiación, capacidades de producción y otros recursos.

El “poder blando” de China también implica el uso deliberado a gran escala de la diplomacia “de pueblo a pueblo”. Esto va mucho más allá del modesto número de Institutos Confucio en la región, que incluye a los miles de estudiantes llevados a China cada año para estudiar con becas, así como funcionarios gubernamentales, del partido y militares, científicos, líderes influyentes de think tanks, académicos, periodistas y otras élites trasladados a China en viajes con todos los gastos pagados. Si bien ha habido algunos casos de científicos y otros académicos que brindan a sus anfitriones chinos información técnica y comercial sensible, los efectos adversos son más sutiles pero igualmente preocupantes. Hay una generación de funcionarios latinoamericanos responsables de negociar los intereses de su Gobierno con China, que ellos mismos obtuvieron su “experiencia en China” y una deuda de gratitud, gracias a las generosas becas Hanban en China. Los académicos, los líderes de los grupos de expertos y los periodistas que reciben generosidad china pueden no convertirse en herramientas de propaganda del Estado chino, pero su deseo de no ser desagradecidos con sus anfitriones, y sus esperanzas de recibir futuras invitaciones, pueden llevarlos a moderar sus críticas a la República Popular China y el comportamiento de sus empresas.

Más allá de tales actividades de ‘nivel individual’, China se está volviendo cada vez más agresiva en el uso del acceso a sus mercados para intimidar tanto a los Gobiernos como a las grandes corporaciones. En Argentina, uno recuerda el corte de compras de aceite de soja en 2010 como represalia por las medidas antidumping adoptadas por el Congreso argentino, que finalmente llevó al Ministro de Relaciones Exteriores, (Héctor) Timerman -e incluso a Fernández de Kirchner- a correr a China para hacer las paces, finalmente acordar comprometerse con más de 10 mil millones de dólares en proyectos de infraestructura chinos en el país antes de que los chinos reanudaran la importación de soja argentina. Más recientemente, por supuesto, tenemos casos como la suspensión de negocios de China con la Asociación Nacional de Baloncesto (NBA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos, que le costó a la NBA más de 450 millones de dólares en ingresos perdidos, después de que uno de sus representantes se atrevió a publicar en Twitter su apoyo a los manifestantes de Hong Kong. Más acá en el tiempo, cuando el Gobierno australiano indicó que podría investigar el papel de China en la propagación del coronavirus, un alto funcionario chino sugirió que los ciudadanos chinos podrían responder con un boicot masivo de productos australianos. En Asia central, es igualmente notable que ninguno de los Gobiernos de la región -con mayoría de población musulmana- se haya atrevido a hablar sobre el internamiento de 1,5 millones de musulmanes uigures en campos de 'reeducación’ en el oeste del país. En resumen, utiliza cada vez más la coerción basada en la denegación de acceso a sus mercados y recursos, para asegurarse el cumplimiento, o al menos el silencio, de Gobiernos, empresas e individuos, incluso si no puede comprar su amor y confianza.

—¿Qué medidas deberían adoptar los países para prevenir la “diplomacia de las máscaras” o los créditos blandos y otras estrategias que utiliza el régimen?

—Cuando las vidas están en riesgo, los Gobiernos no deben rechazar los suministros médicos necesarios, si realmente se ofrecen de manera transparente y sin condiciones. Sin embargo, en numerosos casos, las pruebas chinas han demostrado ser defectuosas así como los respiradores y los equipos de protección médica personal. En otros casos, China tomó productos médicos donados por países europeos en la fase inicial de la crisis e intentó cobrar a otros por el mismo equipo. Por lo tanto, los Gobiernos deben tener especial cuidado en insistir en la transparencia de tales acuerdos, para que no se malgaste el dinero público o que los funcionarios del Gobierno se beneficien de la crisis. Del mismo modo, los gobiernos deben controlar la calidad de los bienes recibidos, para garantizar que las vidas no se arriesguen, sino que se salven.

—¿Cuáles son los sectores que más le interesan a China?

—En cada país, el enfoque de China es diferente. En Argentina, por ejemplo, la soja y otros productos agrícolas han sido un foco, así como el litio en el norte del país, que se ha vuelto particularmente atractivo para China debido a las restricciones en el acceso al litio de Bolivia, tras el anterior Gobierno de (Evo) Morales que gestionó las enormes reservas del país. Sumado a eso las dificultades para llevar adelante proyectos de litio en Chile debido a problemas con el agua. Las empresas chinas también se sienten atraídas por el potencial para realizar grandes proyectos de energía y otras infraestructuras en Argentina, y vender al mercado sustancial del país. La geografía del hemisferio sur de Argentina, de manera similar, lo convirtió en el sitio lógico para la instalación de radar del espacio profundo en Bajada del Agrio. En otros países, el enfoque de China es diferente. En el Caribe, a pesar de los pequeños mercados y los recursos limitados de la región, el interés de China está más impulsado por su proximidad estratégica a los Estados Unidos, aunque su papel como centro logístico y meca del turismo lo hace atractivo para las empresas de construcción chinas que se dirigen a esos sectores.

—¿Qué países son los más vulnerables para sufrir la presión de China? ¿Es solo una cuestión económica y financiera o también se da por una debilidad institucional? Venezuela parece ser emblemática en ese contexto.

—En general, los países pequeños, aquellos con instituciones débiles y no transparentes y con acceso limitado a los mercados y capitales occidentales, son los más vulnerables a la influencia china. Y es más probable que se involucren en acuerdos mal concebidos que benefician a las empresas chinas y las élites locales que firmar los acuerdos, a expensas de la gente y el desarrollo local sostenible. Para este fin, hay tres grupos superpuestos de países particularmente 'en riesgo’ en América Latina y el Caribe: los islas pequeñas; gobiernos populistas y países que cambian el reconocimiento de Taiwán por la República Popular China.

En el Caribe, las pequeñas burocracias gubernamentales son vulnerables a ser ‘compradas’ por la atracción de proyectos chinos masivos, a menudo con beneficios secundarios para quienes negocian los acuerdos, en ambos lados del espectro político. Además, estas pequeñas burocracias a menudo carecen de la experiencia técnica y legal y la disciplina institucional para garantizar que los acuerdos masivos y complejos sean sólidos desde el punto de vista financiero y legal para el país, ya que negocian contra un complejo enormemente bien dotado de burocracia de empresas, bancos y gobiernos chinos.

En el caso de Gobiernos populistas de izquierda como VenezuelaEcuador bajo el régimen anterior de (Rafael) Correa o Bolivia bajo Morales, la capacidad de esos líderes populistas para transformar las instituciones los hace menos transparentes, menos responsables y menos competentes, lo que aumenta de manera similar la posibilidad de malos acuerdos, con beneficios para los chinos y los líderes populistas y sus cómplices, en lugar de beneficiar al país. El Gobierno de (Lenin) Moreno en Ecuador está tratando de liberarse del acuerdo de petróleo por préstamos que benefició a los compinches de Correa al tiempo que comprometió al país a vender casi el 90% de su petróleo exportable hasta 2024 a precios desfavorables. En Venezuela, el país no tiene casi nada que mostrar por los más de 64 mil millones de dólares en préstamos que recibió de China, que tuvo que pagar mediante entregas de petróleo venezolano. Los términos de tales acuerdos son a menudo particularmente pobres, porque los mismos líderes populistas, a través de sus acciones fiscales y políticas han cortado el acceso de sus países a los fondos occidentales, que de otro modo habrían diversificado sus opciones en las negociaciones con los chinos. La dirección que está tomando el Gobierno de Fernández con sus actuales negociaciones de deuda con Occidente, con China esperando, es particularmente preocupante en ese sentido.

Finalmente, cuando los países cambian el reconocimiento diplomático de Taiwán por China, como lo hicieron Panamá, El Salvador y la República Dominicana durante el período 2017-2018, se abre la puerta a una serie de compromisos masivos, a menudo no transparentes, que abren el país a las actividades chinas y comprometer a sus élites. Esto incluye no solo memorandos de entendimiento y negociaciones para “acuerdos de libre comercio” con China, sino también la oleada de visitas de los líderes políticos a Beijing, acompañados por líderes empresariales bien conectados, que a menudo representan redes minoristas interesadas en importar desde China, o tradicionales industrias de exportación del país, como café o fruta, que serán “compradas” con acceso para sus empresas al mercado chino, sin crear oportunidades significativas para los sectores más amplios que representan.

—Ante las grandes potencias de Europa, Asia, Oceanía y el continente americano, China parece haber quedado en una posición incómoda debido a su mala gestión del brote de coronavirus en Wuhan. ¿Crees que la desconfianza debería continuar incluso después de que termine la pandemia?

El mal comportamiento de China en la gestión de la crisis es inherente a la naturaleza del sistema chino. Todos los Gobiernos, incluidas las democracias, desean inherentemente que la narrativa de sus propios programas y éxitos dominen las noticias, que se supriman los hechos contradictorios y que las consecuencias adversas de sus errores se manejen en silencio. Watergate en los Estados Unidos, o el caso de los “cuadernos” en Argentina me viene a la mente. Los Gobiernos democráticos con medios independientes, una oposición política viable y un verdadero equilibrio de poder dentro de las instituciones dificultan la supresión de la verdad, a pesar de que el debate es desordenado. Por el contrario, China, con su control casi completo sobre el discurso público y el flujo de información -y de hecho el control sobre cada aspecto de sus vidas- hace que la supresión de verdades y errores inconvenientes sea sostenible a gran escala. El encubrimiento de los orígenes y la transmisión humana de la enfermedad durante 4 a 6 semanas, la supresión de información científica que podría haber permitido a Occidente controlar la propagación del virus, la mala gestión del toque de queda de Wuhan que permitió el regreso de millones de chinos desde las festividades de Año Nuevo hasta los destinos de Italia y otros lugares, infectando el mundo, son recordatorios dramáticos de que la naturaleza del sistema comunista chino lo hace inherentemente poco confiable, incluso el Gobierno de la República Popular China avanza en una narrativa que culpa a los Estados Unidos, posicionándose como el rescatador caritativo de el mundo, o sugiriendo que su sistema es mejor para manejar los desafíos que surgen de la interdependencia global, como las pandemias. Irónicamente, sin embargo, después del actual tiempo de disputas, la expansión de la influencia política y económica de China que surge del período actual hará que los Gobiernos latinoamericanos, dependientes del comercio, las inversiones y los préstamos chinos, se muestren reacios a seguir hablando con respecto a la confiabilidad de Beijing.

—Incluso hoy, China sigue negando información sustancial sobre el brote de coronavirus de Wuhan. ¿Por qué crees que Beijing esconde lo que sucedió allí?

- Lo que sucedió allí probablemente no se refleje favorablemente en la gestión de la crisis por parte de los funcionarios chinos en muchos niveles. La verdad tampoco ayudaría a Beijing a avanzar en su narrativa global deseada sobre la pandemia o cuyo sistema es mejor para gestionar los riesgos que surgen de un orden global interdependiente.

—¿Qué tiene que hacer China para ser una nación confiable?

—Desmantelar las estructuras de control que permiten la eliminación de la información y el debate público y el Gobierno indiscutible del Partido Comunista Chino, para que los futuros Gobiernos chinos puedan ser realmente responsables de sus acciones a través del discurso público abierto y de una prensa independiente.

Twitter: @TotiPI

La controvertida base militar china en la Patagonia ya está lista para operar. ( ÚLTIMA IMAGEN MUESTRA LA CONTROVERTIDA BASE CHINA EN NEUQUEN . ( ¿CIENCIA O ESPIONAJE ?)

NOEMI CONDE

 

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