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El Gobierno alimenta el fantasma de la “anticuarentena” y descuida la administración de las restricciones

El Presidente se cierra y no tolera el debate sobre los límites del aislamiento social. Achica el margen para el trato político, restringido a los jefes provinciales. En paralelo, desde Buenos Aires hacen pronósticos temerarios. Y defienden así la idea del confinamiento

Nacionales | 28/05/20

 
 

La preocupación sobre los niveles de contagio de coronavirus terminó de afirmarse como era previsible. El creciente número de testeos ya venía describiendo un cuadro complicado en la Capital y anoche sumó otra alerta en la Provincia: el registro oficial anotó allí por primera vez más de 300 infectados en un día. La alarma se había encendido por el caso de Villa Azul y la posible circulación en otros barrios populares. Eso, sumado a los dichos de Sergio Berni con intentos de metáfora apelando al Titanic o las explosiones nucleares. Está claro: nadie con sensatez plantea el abandono abrupto de la cuarentena. Eso es cosa de extremos patéticos. Pero parece que el Gobierno se siente cómodo frente a semejante “enemigo” y busca construirlo.

Alberto Fernández, a su modo, expresa esa línea. Por momentos cuida el discurso y otras veces reacciona con intolerancia en el tono y conceptualmente. En esos momentos, a veces ráfagas, coloca cualquier cuestionamiento al manejo del aislamiento y hasta la descripción de algunos efectos –la angustia, la fatiga social- como piezas del juego de un supuesto armado “anticuarentena”. Ayer mismo, puso el complejo problema fuera de las medidas oficiales, por completo, y lo hizo con tono de fastidio.

La frase de no es única en el ejercicio presidencial de alta exposición mediática: “No es la cuarentena lo que complica la actividad en el todo el mundo, sino la pandemia”, dijo, y remató para dar por cerrado el tema: “No discutamos más eso”. Visto así, el drama que vive el planeta sería exclusivamente atribuible a un hecho ajeno a la voluntad de cada gobierno y las consecuencias por los manejos de gestión –aquí, no sólo nacional sino además provinciales- no existirían. Curioso, porque contradice el discurso oficial que viene dividiendo linealmente entre políticas humanitarias y políticas economicistas, con resultados destacables o censurables respectivamente.

No es el único desfasaje entre discurso y realidad, atribuible a Olivos y a gestiones locales. El último espasmo expuso formalmente un endurecimiento de la cuarentena en el área de la Capital y el Gran Buenos Aires, cuya extensión ya estaba descontada. Las calles exhiben en estas horas y como ya venía sucediendo rebusques de salidas y de supervivencia económica, entre otras postales. Se ha dicho: sería una muy mala combinación entre flexibilizaciones de hecho y dureza en la formulación de medidas. Algo así como riesgo de circulación desordenada y escaso impacto productivo.

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