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"La diferencia entre los discursos de CFK y de Alberto es el lugar de la polémica"

Para la investigadora Irene Gindin, el presidente va construyendo su propio estilo de discurso

Nacionales | 09/03/20

 
 

Para la investigadora Irene Gindin el presidente Alberto Fernández de a poco va construyendo su propio estilo de discurso, más moderado y tendiente a la conciliación. En su opinión, la principal diferencia con su socia política y vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, es “el lugar que ocupa la polémica en ambos discursos: en el de Cristina estaba y está muy exacerbado, y en el de Alberto por lo pronto está un poco suspendido”.

   En diálogo con La Capital la también docente de la Universidad Nacional de Rosario analiza la intervención del primer mandatario en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso, identifica un hilo de continuidad con Mauricio Macri y remarca una diferencia entre la administración Fernández y sus antecesoras: el protagonismo de los ministros en el anuncio de medidas de gobierno.

      —Vayamos de lo general a lo particular, ¿Qué es lo que se debe observar y leer al analizar un discurso político?

   —En primer lugar, diría la situación de comunicación en términos más generales. El tipo de discurso —en el caso de Alberto Fernández, un discurso de apertura de sesiones en el Congreso— determina cuestiones relativas a la mediatización: si es un discurso por cadena nacional, el lugar donde se emplaza. Después diría poder identificar, aunque sea en un primer acercamiento, las distintas construcciones de a quiénes se dirige el discurso en términos generales: lo que (el semiólogo Eliseo) Verón denominaba para, contra y prodestinatario. Vinculado a esto, la forma en la que el enunciador construye los destinatarios y la escenografía del discurso.

      —Pasemos al discurso de Alberto Fernández del 1 de marzo, ¿Encontró continuidad con el discurso de asunción? ¿O aparecieron diferencias?

   —Hubo similitudes sí, de a poco se está empezando a marcar cierto estilo del discurso de Alberto: se trata de un discurso más moderado, que tiende más a la conciliación. Sin embargo, cuando asumió la presidencia había algo del orden de lo fáctico que todavía no había pasado. En cambio, en el discurso del 1 de marzo ya hay un balance de lo que nos encontramos y cómo vamos a seguir. Ahí está la diferencia fundamental. Además, está el tono: toda la jornada de la asunción fue más festiva; en cambio el discurso en el Congreso fue más tenue, más pausado, no hubo mucho espacio para la algarabía.

      —¿Y cómo aparecen el enunciador y los destinatarios en el discurso de Alberto?

   —Alberto sigue con la cuestión del acuerdo, en un momento importante para sostenerlo. Una de las cuestiones que se le ha criticado al peronismo y el luego al kirchnerismo es haberse encerrado en sí mismo, esa es fundamental para leer en qué clave se va construyendo con otros. También está la apelación constante a la figura de (Raúl) Alfonsín: no es una novedad que apareciera el 1 de marzo, tampoco que lo hiciera (Néstor) Kirchner. Construye cierta comunidad de pertenencia. También fue muy cuidadoso con lo que se llamó pesada herencia: no hubo una referencia explícita al macrismo.

      —Los adversarios aparecen más como temas que como colectivos.

   —Claro, no hubo una interpelación directa. Incluso se puede pensar en el lugar de los medios: no aparecieron al menos por el momento como adversarios. También diría que en esta línea del acuerdo todo aparece medio solapado.

   —Dijo que Alberto está empezando a marcar un estilo, ¿Cómo lo definiría?

   —Alberto está haciendo un enorme esfuerzo por separarse de los puntos más criticados del kirchnerismo. Por eso en general intenta revalorizar políticas sobre las que hay un consenso bastante asentado. Cuando menciona políticas vinculadas al kirchnerismo habla de la Asignación Universal por Hijo, que la sostuvo el macrismo. Hay una suerte de continuidad pero a su vez intentando marcar todo el tiempo aquello que lo distancia del kirchnerismo para no quedar pegado al relato que hay sobre el kirchnerismo; si eso es el kirchnerismo o no, es otra historia.

      —Ha estudiado los discursos de Cristina, ¿Qué contraste trazaría con los de Alberto?

   —Desde el inicio el discurso de Cristina tuvo un grado de polemicidad muy grande: había continuamente una interpelación directa y sin ambages a un otro que no era sólo el enemigo, el adversario político: también era antidemocrático. Eso funcionó en los ocho años de gestión de Cristina, en los que hubo una gran participación juvenil; ella permanentemente hizo lugar a las demandas de la juventud. Alberto recibe una situación muy distinta, y tiene que surfear por otras demandas. Sobre todo, hay una demanda de recomposición económica urgente, que Cristina no tenía en 2007. De todos modos, fundamentalmente la diferencia tiene que ver con el lugar que ocupa la polémica en ambos discursos: en el de Cristina estaba y está muy exacerbado, y en el de Alberto por lo pronto está un poco suspendido.

 

      —¿Y qué análisis hace de Macri como orador y la construcción de su discurso?

   —En general los discursos de Macri fueron muy propositivos: en 2016 anuncia los horizontes de la pobreza cero, unir a los argentinos, derrota al narcotráfico. Hay una categoría de una colega que es la del ethos managerial, vinculada al orden de lo privado, el management. Si uno revisa los discursos de Macri hay muchos que se basan en la aceptación del error. La idea de construir al político como un hombre común se hacía carne de una manera muy clara.

      —A pesar de las diferencias ideológicas, ahí aparece un hilo conductor con Alberto, en la reivindicación del anticarisma.

   —Totalmente, si vos repasás el primer spot de campaña de Alberto está eso. Hace tiempo que aparece ya esta cuestión de la proximidad, de la cercanía, no solamente en Argentina sino a nivel mundial. Kirchner también construyó esa imagen de hombre común, de mezclarse en la multitud. Cristina siempre se presentó un poco más distante, hasta que vio —es una interpretación— que eso la aleja por demás. De todas maneras, el estilo de Cristina no es el de la cercanía.

      —¿Cómo evalúa la comunicación del gobierno hasta ahora?

   —Hay mucha cautela. La reivindicación de convertir las secretarías en ministerios no fue sólo una cuestión de nombre sino también asignarles funciones específicas. Entre ellas, que cada ministerio responde al presidente pero comunica. Por ejemplo, pasa lo del coronavirus y sale Ginés (González García). Si uno lee el discurso de Alberto del 1 de marzo ve que el presidente habló de economía pero hay un montón de cosas que no se dijeron que pareciera que ese es el terreno de (Martín) Guzmán. Es una diferencia respecto a otros gobiernos, hay que ver cómo funciona.

      —El año pasado analizó para varios medios la campaña electoral, ¿Dejó algo en términos de comunicación política?

   —Remarco la gran cantidad de contenido íntimo que necesita circular en redes sociales. Vuelvo a la proximidad: la foto con el perro, con la familia tomando mate. Por otro lado, creo que los debates a nivel municipal y provincial no funcionaron; a nivel nacional hay cuestiones para afinar. Igual celebro que se hagan. Esta campaña fue de las redes sociales, salvo en el caso de Alberto, que eligió muchos programas para ser entrevistado, incluso fue a TN. Alberto sí logró dividir la campaña entre medios tradicionales y redes sociales. Pero el anuncio de su candidatura fue inesperado, muy rupturista por el modo y el momento que se hizo.

La Capital

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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