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De Cameron a May, lo que la tempestad del Brexit se llevó

El 'tsunami' de la salida de la UE se ha cobrado un sinfín de víctimas políticas

Internacionales | 17/10/19

 
 

David Cameron tenía preparado un discurso el 24 de junio de 2016 para anunciar "un nuevo lugar en el Reino Unido dentro de la Unión Europea" y para entrar en los libros de Historia como el "gran modernizador" del Partido Conservador, capaz de liquidar con golpes maestros las dos grandes amenazas de su mandato: la independencia de Escocia y la ruptura con Bruselas...

Pero el destino se torció antes de tiempo. "Estamos perdiendo, papá", le dijo su hija Nancy a eso de las dos de la madrugada del día B del Brexit. Otro, en su lugar, se habría tirado de los pelos o habría abierto la ventana para dar el grito el Munch. Pero Cameron mantuvo a raya las emociones, se armó de "dignidad" y anunció a sangre fría su dimisión, rubricada por un alegre canturreo que fue captado por los micrófonos y que dio mucho que sospechar.

Cameron fue la primera víctima ilustre del Brexit (y el segundo primer ministro más joven en la Historia del Reino Unido en dejar su puesto, a los 49 años). Su caída arrastró de paso a su delfín y secretario del Tesoro, George Osborne, que acabaría renunciando como él al escaño de diputado y pasándose al otro lado de la trinchera como director de 'The Evening Standard'.

El Brexit fue como un tsunami que partió en dos a la sociedad británica y removió los cimientos del Partido Conservador, tan proclive a fagocitar a sus propios líderes.

Al fin y al cabo, Cameron caminó sobre la tortuosa estela de sus antecesores Margaret Thatcher y John Major, que también cayeron a su manera en la llamada "trampa europea".

Ante su propia sorpresa, y mientras ultimaba la mudanza de Downing Street, Cameron fue testigo de la tragedia shakesperiana a sus espaldas, cuando Michael Gove (en el papel de Bruto) asestó una puñalada a Boris Johnson, el César de Vote Leave, y frustró su primer y calculado intento de asalto al poder.

CADÁVERES POLÍTICOS

Y es que el proceso británico no sólo está lleno de cadáveres, también de resurrecciones improbables, como la del eurófobo Nigel Farage, al frente del Partido del Brexit después de entonar el R.I.P. por el Ukip.

El caso es que la muerte prematura de Johnson allanó el camino a la primera ministra Theresa May, curtida como secretaria de Interior, famosa por su mano dura contra la inmigración y por su silencio cauto durante el referéndum. Apoyó la permanencia, pero con la boca chica, pensando que tarde o temprano llegaría su oportunidad.

Y así fue, sin apenas oposición, como entró erguida sobre sus tacones de leopardo en Downing Street, con la vitola de la nueva Dama de Hierro."Brexit significa Brexit", dijo torciendo el gesto en su debut como primera ministra. "Mejor un no acuerdo que un mal acuerdo", llegó a decir después, antes de echar la firma de rigor y activar el Artículo 50 en marzo del año 2017, con el viento aún a favor.

Las encuestas le daban hasta 20 puntos por delante del laborista Jeremy Corbyn, desaparecido en combate durante el referéndum y superviviente a duras penas de la guerra civil que desangraba su propio partido. May convocó elecciones anticipadas, con la vana ilusión de machacar a su rival y lograr un "mandato para el Brexit". El tiro le salió por la culata y perdió la mayoría absoluta. Corbyn fue algo así como el Lázaro laborista y las cosas empezaron a complicarse tremendamente.

Theresa May fue perdiendo la compostura, hasta que se descolgaron las letras y se quedó sin voz en la conferencia de los tories en 2017. Su destino estuvo sellado desde aquel día. Todo lo que vino después fue un sufrido ejercicio de persistencia y supervivencia, con su Gobierno acechado por las dimisiones y por los tiburones.

EL INVIERNO DEL DESCONTENTO

Llegó a firmar un acuerdo con Bruselas, en el invierno del descontento de 2018, pero no pudo superar el via crucis del Parlamento, pese a las llamadas reiteradas al orden de John Bercow (otra víctima colateral, se marchará el 31 de octubre).

Lo intentó tres veces, pero la traicionaron los partidarios del Brexit duro en las filas de su propio partido. Fue víctima de su propia y fallida estrategia, pero dejó un mensaje sumamente claro a su temido sucesor: "La vida depende del consenso".

Y en esto resucitó Boris Johnson, imponiéndose sobre una decena de aspirantes y cobrándose de paso nuevos cadáveres (como la líder de los conservadores escoceses, Ruth Davidson). "Nos vamos de la Unión Europea el día 31 de octubre, con acuerdo o sin acuerdo", fue la promesa y la premisa del líder populista, con el maquiavélico Dominic Cummings moviendo los hilos y propiciando nuevas muertes políticas, como las de su hermano Jo Johnson o la ex secretaria de Trabajo Amber Rudd, la última en saltar del barco.

El Brexit ha sido como una tempestad que amenazaba con arrasar todo, desde el legendario pragmatismo al sacrosanto humor británico, con Boris Johnson en la proa advirtiendo de que "antes muerto en una zanja" que prolongar otros tres meses la agonía y la deriva. Quien ríe el último...

El Mundo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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