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La represión en Rusia rebela que Putin está desconcertado

El lapidario informe de Michelle Bachelet sobre la represión en Venezuela funcionó de último empujón.

Internacionales | 30/07/19

 
 

La masiva represión policial del sábado en Moscú de una marcha opositora que protestaba contra la prohibición de candidatos en las elecciones municipales y dejó 1400 detenidos, indica una nueva escalada represiva del gobierno de Vladimir Putin. Pero Radio Free Europe se pregunta si se está ante un punto de quiebre y no de la habitual represión de mano dura del régimen ruso. Putin usa la mano dura como práctica rutinaria e inhabilita en masa a los candidatos opositores en todas las elecciones. También envía directamente a prisión a las principales figuras opositoras, como hizo la semana pasada con Alexei Navalny, quien habría sido envenenado en la cárcel. Pero esta praxis represiva ahora aumentó visiblemente su escala.

 

   Para la analista política Liliya Shevtsova, la respuesta represiva más que nada es una señal para marcar los límites por parte del Kremlin. Y esos límites tienen sus raíces en las decisiones del último líder soviético, Mijail Gorbachov, quien en los años 80 con la Perestroika y la Glasnot derribó a la dictadura comunista y terminó con la existencia misma de la Unión Soviética, algo que no era su intención. En el Kremlin es omnipresente este recuerdo. “El Kremlin recuerda perfectamente la era Gorbachov: abre un poco la ventana y se abrirá toda la puerta... y así comienza”, escribió para Ekho Moskvy. “No, el gobierno no puede permitirlo. La aplanadora continuará moviéndose, incluso en contra de la voluntad de algunos en el propio gobierno. Cuando esas armas salen del garaje, adquieren su propia lógica de movimiento”, advirtió la analista, en referencia a la policía y también a la ex KGB, la temida FSB.

 

   La marcha del domingo se suma a la de una semana antes, que atrajo a más de 22.000 personas según los organizadores, una de las mayores multitudes vistas desde las de 2011-2012. Vladimir Gelman, un politólogo de la Universidad Europea de San Petersburgo, dice que la participación fue mayor de lo que las autoridades esperaban, y la dura respuesta fue un reflejo de que fueron sorprendidos. Como Shevtsova insinúa, la cuestión no es quién va a votar en las elecciones de Moscú, o si la policía tiene derecho a golpear a la gente, o incluso si los rusos tienen derecho a reunirse pacíficamente, algo que está “garantizado” por la Constitución pero prohibido de facto por una mera orden municipal.

 

   Es una cuestión sobre los casi 20 años de Putin y lo que vendrá después de que termine su mandato en 2024. Gracias al totalmente dominado proceso electoral y al control sobre los medios de comunicación masivos, Putin fue elegido abrumadoramente en marzo de 2018. Opositores competitivos, como Navalny, habían sido anulados, impedidos de inscribirse o metidos en la cárcel. Pero es claro que la popularidad de Putin se ha visto afectada por el estancamiento de los salarios, el aumento de la edad de jubilación y el rechazo de la gestión municipal. En Moscú, el régimen debió prohibir 57 candidaturas de figuras opositoras populares, que hubieran demostrado que los moscovitas no están felices. Esto hace que la elaboración de un plan de sucesión sea más complicado. Las imágenes de la policía golpeando a los manifestantes lo hacen aún más complejo.

 

   Para Putin lo que empeora las cosas es que Navalny y otros líderes de oposición están logrando transmitir su mensaje, a pesar de que el Kremlin reina en la televisión. Tatyana Stanovaya, analista de la consultora R.Politik, dice que la reacción de la policía indica que el Kremlin no puede hacer frente a la oposición de manera democrática, en las urnas. Stanovaya piensa que esto augura una línea más dura ante futuras manifestaciones. “El Kremlin no sabe qué hacer con una oposición capaz de movilizar manifestaciones callejeras”, escribió en el Carnegie Moscow Center. La represión y una nueva ronda de juicios penales contra activistas es una apuesta clara por un escenario más duro, quizás un intento de repetir la experiencia del “caso Bolotnaya”. Este fue un proceso penal contra una treintena de líderes de las marchas masivas de 2012. Muchos fueron encarcelados y otros, como el famoso ajedrecista Garry Kasparov, marcharon al exilio. El gobierno, escribe Stanovaya, está confundido, y “tal confusión dentro del gobierno es el resultado del hecho de que no hay una salida fácil a la crisis actual”.

La Capital

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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